(Por Marcelo
De la Cruz).- Enclavada en la manzana de Corrientes, Bouchard, Lavalle y Madero
se encuentra el mítico Luna Park. El tranvía 26 llegaba hasta ahí o también
podías llegar en un taxi, uno de esos pequeños Mercedes Benz, que te traían
hasta la puerta misma. La emoción de asistir al Luna comenzaba leyendo las
últimas páginas de La Razón donde aparecía el listado de las peleas.
Ya ahí lo mas
complicado era ingresar a las populares, porque había que hacer largas colas.
Todo se dificultaba más si peleaba Lausse o Merentino, los camiones con
fanáticos venían desde distintas partes: de Mataderos llegaba toda una banda si
peleaba Lausse, desde Rosario llegaban los aficionados de Bunetta.
En las
puertas, los controles eran los de siempre, en la puerta “Uno” estaba Cándido
Vásquez y de una cabellera blanca estaba Adolfo Albitos en la puerta “Dos”. Uno
al entrar se encontraba con los bustos de Ismael Pace y el viejo Pepe Lectoure.
La publicidad de Cinzano, Otard Dupuy y medias Paris estaban a primera vista en
la popular A. Boquillas Filtox, Ceresita y los cigarrillos Nobleza estaban en
la puerta de las plateas. El acomodador
más famoso que tuvo el Luna fue el querido “Toscano”, siempre fumando un
Avanti, sonriendo a los que tenían boletos y atento por si acaso alguien se
quería colar a la función.
A las nueve
menos cuarto de la noche comenzaba el ritual, y el primero en entrar en las
tribunas era el “viejo” Lectoure, que perdió la vista y apenas se guiaba por el
bullicio de la gente. El preguntaba: ¿A Quién silban?...si siguen silbando no
va a pelear más aquí. Decía el orgulloso gerente.
En los 50’s
pelearon en ese ring Cirilo Gil, Alfredo Bunetta, Eduardo Lausse, Andrés Selpa,
Ernesto Miranda, los españoles Fred Galiana y Manolo Garcia. Los grandes
relatores de la época eran Bernardino Veiga, Fioravanti, Damian Cane, Raul
Ferrito y Oscar Marino. Siempre venían bien vestidos, para ellos la transmisión
era un show de primera clase y para eso debían estar a la altura.
En el viejo
Luna Park pendía del centro una araña gigante de vidrio para alumbrar el ring
side, a su alrededor globos de vidrio que alumbraban tenuemente. El juez más
famoso de esos años fue Alfonso Araujo. Los mismos Perón y Evita bajaban a
saludar con la mano a jueces y estrellas de este deporte que era una verdadera
pasión de multitudes.
El genial
Miguel Barra era el anunciador, él siempre estaba en el rincón neutral: ¡Dale a
Caruuuuuuuu!!!! …era su frase favorita. Caru era una marca de cocinas y el Luna
era la verdadera cocina del boxeo argentino.

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