(Por Marcelo De la Cruz).- Carlos Gardel, el mito del tango argentino
tuvo una relación especial con el deporte, casi tendríamos que decir que el
deporte lo busco a él, sobre todo por su propensión a engordar. Gardel tenia un
serio problema, poseía un “buen diente”, pero estar bien físicamente era necesario para encarar sus extensas giras. Cuando se encontraba en Buenos Aires corría
desde Plaza Once a Palermo en remera y shorts muy largos.
A Carlos le gustaba la Pelota Vasca y concurría al YMCA
(Asociación Cristiana de Jóvenes) para practicar este deporte. También le
fascinaba el frontón que jugaba en una cancha en Anchorena y Rivadavia. También hizo gimnasia en la “Young
Men”, otro Instituto, donde también nadaba
y jugaba a las bochas.
El fútbol lo atrapó obviamente, comenzó en un
club chiquito llamado “Orfelinato”. De grande solo iba a las canchas. En 1928
estuvo con la delegación argentina que fue a Ámsterdam en los Juegos Olímpicos,
le gustaba andar con los futbolistas. Sus amigos fueron Tarasconi, Varallo,
Mario Evaristo y Orsi. Cuando se prendía a un picadito usaba una faja de lana
para la transpiración, siempre con mucho humor y cuando terminaba tomaba
masajes para no tener dolores musculares el siguiente día. Fue hincha de Racing
Club, los domingos que estaba en Buenos Aires
iba a la cancha con su amigo Elías Aippi, pero antes su tradición era
pasar por el hipódromo. Pedro Ochoa
era su ídolo
En 1916 llegó a pesar 118 kilos.
Es por eso que comenzó a practicar boxeo en el Boxing Club Buenos Aires, este
deporte le ayudo mucho para bajar peso. Gardel era aficionado a todos los
placeres de la vida, pero el deporte estaba dentro de esa lista de manjares que
el “morocho del Abasto” mantenía dentro de sus preferencias.

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