(Por Marcelo De La Cruz).- El
fútbol criollo y sus colores siempre estuvieron a nuestro alcance y a la par de
nuestros sombreros. Todo se encaminaba para que la nueva forma de hacer fiesta en el
gran pais en desarrollo pinte de “ballet” sus nuevos modales y cortejos.
Había comenzado el siglo y ese
deporte que trajeron los ingleses en un barco, uno que se juega con los pies y
una pelota de cuero de “chancho” viejo, se convirtiera en poco tiempo en el
pasatiempo favorito de los “místeres” y los “criollos”. En esos albores un club
por encima de todos fue el que reinó en estas tierras argentinas en base a
goles y entereza. El poderoso Alumni
fue durante esos años el gran campeón, el imbatible plantel creado por su
fundador el meritorio Watson Hutton, el que solo pisando las canchas de tierra
ya se sentía ganador antes del pitazo inicial.
Fuerón 10 campeonatos locales, y
otros 7 internacionales que dejaron estos caballeros de
fútbol arcaico y opulencia inglesa a la argentina en el Gran Buenos Aires. Pero
hubo un hecho que fue histórico, que salió de todo molde y que la historia ha
despreciado entre sus libros.
El 1° de julio de 1906, Alumni
enfrentó al Belgrano en una fecha más del torneo bonaerense, con una característica
especial: jugó sin arquero. Así como lo lee, entraron a la cancha once
jugadores, no había nadie que se ponga la remera de arquero ni la boina tan
particular de ese puesto. Un hecho inédito dentro del balompié.
El resultado…Alumni ganó 9 a 0
con una gran despliegue de los hermano Brown, pilares de este equipo
ultraofensivo. No solo eso, el que fungía de arquero, y que jugó de volante por
derecha ese día, anotó el octavo de la goleada sobre los alicaídos “players”
del Belgrano. Como nadie tenía bien en claro el reglamento del “nuevo” deporte,
nadie protesto esta situación.
Son los lujos que se daban,
los muchachos de Watson Hutton, el querido y recordado Alumni.

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